- Surgen solos, sin pensarlo.
- ¿En serio? Es difícil de concebir. ¿Cómo pueden nacer por sí solos, inventarse a sí mismos?
- Bueno… no lo sé. Tampoco estoy segura de que sea exactamente eso. No… la verdad es que cuesta imaginarse que puedan aparecer sin más de la nada.
- ¿Entonces? Creí que era eso lo que estabas diciendo.
- No, no… verás, simplemente, están ahí. Están ahí, en mi cabeza, en la tuya, en la de cualquiera que piense en ellos, incluso… claro, ¿por qué no?, también en las de aquéllos que ya no piensan, o que nunca lo han hecho, o que nunca tuvieron la suficiente imaginación. Pero existen, los cuentos están ahí, es como su limbo, ¿entiendes?, esperando a que alguien les dé forma, los cuente o los escriba, o ambas cosas. Y entonces es cuando realmente nacen.
- Así que es… ¿como un río, por ejemplo?
- ¿Un río? Sí… sí, es un buen paralelismo. Un río que siempre está ahí, fluyendo, hasta que alguien se acerca a la orilla con un vaso y se atreve a coger de él un poco de agua y beberla.
- Eso es muy romántico. Muy becqueriano.
- Probablemente lo sea.
- Nunca me había parecida lógica esa idea. Nunca había podido creérmelo.
- Ya. Ni yo tampoco. Bueno… hasta ahora, claro.