Me lo encontré paseándose a sus anchas por mi sueño, anciano y despreocupado. El poeta.
Hablamos un rato, que fueron dos días, o quizás sólo me habló él, en el barco (no cabía esperar menos).
Se despidió regalándome un pez de colores, pero... lo perdí. Lo perdí poco después de que él se apeara.
Se me escurrió por el lavabo, (¿qué pintaba allí aquel lavabo?), el pobre pececito, muerto.
Abrí los ojos del disgusto.
¿Cómo había podido perder el regalo del poeta?
Cuando lo conté a la mañana, alguien me dijo <<Es impresionante, los sueños tan absurdos que tienes.>>
Y quizás no era absurdo. No tanto.
...Ahora me río.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
La imagen es de www.ecuadorciencia.org
Me sulibella...
Eres como un canasto roto,
por más que te lleno no te colmo.
Publicar un comentario