A mí, por lo general, se me queda pequeño. Pero bueno, todo es ponerse, ¿no?, y además es entretenido (aunque a veces muy cabreante cuando te sobran dos palabras pero no puedes quitar ninguna más o el relato se convertirá en un telegrama)
William
Fue el último sonido que emitió la desgastada pluma sobre la áspera superficie del pergamino. Contempló con el corazón palpitante aquel montón de papel manuscrito; su caligrafía, que había comenzado exquisita, había llegado al final descuidada y distorsionada, como un hermoso ser que muta de pronto o una niñita que, en lo que tardan en leerse unas cuantas páginas, se arruga como se marchitan las rosas. No obstante, era sencillamente perfecta. William sentía tal emoción al recordar los últimos versos, que su respiración y su pulso se agitaron y, sin querer, partió la punta de la pluma sobre el pergamino, junto a la última palabra. Aquella paz embriagaba y excitaba sus sentidos; nada importaría hasta que volviera a asomar su afilada nariz al exterior y a contemplar su pobre mundo. Se percató de que su vista se empañaba, sintió calor en los ojos y una lágrima tibia rodó libremente a lo largo de su mejilla. Elevó la mano para secársela, pero lo pensó mejor, y volvió a posarla sobre el escritorio. La lagrimita se dejó caer liviana sobre el manchón de tinta que había surgido al romperse la pluma, convirtiéndolo en la silueta de una rosa negra. Era, simplemente, perfecto.

3 comentarios:
Me ha encantado (qué tipico soy...). Eres genial escribiendo.
Todavía no se ha pasado el Falso... ¬¬
Comme fanent les roses...
Nah, se pasa Elora y el Falso sigue sin aparecer, si es que... ¬¬
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