Lucía Rodríguez González

viernes, 20 de junio de 2008

Relato extraño nº 1. La vieja.

Suena el timbre de la puerta.

Su sonido me resulta especialmente molesto ahora, que había conseguido volver a conciliar el sueño después de que todos se fueran a trabajar. En un primer momento decido que no me apetece levantarme. "¡Que vuelvan más tarde, si es tan importante!". Sin embargo, lo vuelven a tocar insistentemente. Irritada, me incorporo en la cama y me quedo sentada en ella, y, mientras meto los pies en las zapatillas, percibo algo extraño muy cerca.

Mi habitación, que tiene la puerta abierta de par en par, da al pasillo que lleva al baño. El pasillo no es especialmente amplio, como tampoco lo es mi habitación, y siempre veo cuándo alguien pasa por ahí.

Se supone que estoy sola en casa hasta las dos de la tarde, por lo que se me ha cortado la respiración al ver de medio lado, mientras me agachaba sobre mis pies, una silueta pasando a paso rápido delante de mi puerta por el pasillo.
Despacio, intentando evitar hacer ruido incluso cuando inspiro y espiro, me levanto, voy de puntillas hasta mi puerta y asomo la cabeza por el pasillo.

Noto cómo se me hiela la sangre, desde los pies hasta la misma frente, cuando compruebo que efectivamente hay una persona en el baño, de espaldas a mí pero frente al espejo, y ahogo un grito de terror cuando veo reflejado en él el rostro de una anciana muy pálida y demacrada, de ojos hundidos y una sonrisa extraña, divertida, tal vez, que me devuelve la mirada desde la lisa superficie. Es una sensación horrible el sentir que estoy allí plantada, en medio del pasillo, desprotegida y de piedra, a la vez que me atraviesa el alma con esos ojos, uno, de un azul vivo terrible; el otro, de iris blanco, opaco, aunque no me atrevería a decir que ciego.

Curiosamente, desde el primer instante en que la he visto me ha inspirado un profundo miedo, un temor de esos que creía que tenía dormidos muy dentro de mí desde hacía mucho tiempo, algo que ya casi ni recordaba, como igualmente supe enseguida que no era alguien bondadoso; con sólo verla, o, quizás desde que he notado su presencia aun antes de verla, la he identificado como sobrenatural, diabólica, incluso, aunque nunca me atreva a reconocerlo ante mí misma.

No sé de dónde he sacado las fuerzas, pero resulta ser un verdadero alivio el haber chillado con todas mis fuerzas, aunque ella ni siquiera se ha inmutado, sino que ha seguido sonriéndome desde esa cara cubierta de arrugas y extrañas cicatrices similares a quemaduras, y sorprendentemente he conseguido arrancar a correr hacia fuera de la casa, salir hacia el corredor que conecta con la entrada principal y agarrar con fuerza la manilla de la puerta, abrirla con histeria para salir a la calle, y justo cuando estoy saliendo...


El perseverante sonido de nuevo. Es el timbre, llamándome lo suficientemente fuerte como para hacerme por fin abrir los ojos. Con la respiración aún agitada, compruebo que continuaba tumbada en la cama, arropada hasta el cuello. Había tenido sueños raros, pero ninguno similar a éste; tan real, que no había logrado distinguir entre la vigilia y la horrenda pesadilla. En ningún momento me había levantado tras escuchar los timbrazos, sino que únicamente habían llegado hasta mis oídos mientras dormía y me he imaginado todo lo demás.

Sonriendo, por un lado riéndome de mí misma y por el otro interiormente agradecida por haber despertado, me levanto y salgo al pasillo. Instintivamente echo un vistazo rápido hacia la izquierda, hacia el baño, porque todavía tenía una extraña sensación, pero, tal y como esperaba, allí no hay nadie. Salgo, abro la puerta tal y como hacía unos segundos lo había hecho, y...

Trato de gritar, pues me hubiera desgarrado la garganta con tal de haber podido emitir algún sonido, y sin embargo, esto es demasiado ya para mí. Ahí, ante mí, está la vieja, sonriéndome igual que hacía un momento en el sueño.

Cierro la puerta bruscamente y con toda la fuerza de que soy capaz, según me ha parecido, justo contra su cara, que tanto miedo me dá.



¡¡¡¡¡DIIIINGGG-DOOONG!!!!!


¿¡Pero qué...!?

Esta vez sí, me levanto de un salto. ¿Será posible que aún estaba durmiendo en mi cama? Miro a un lado y a otro, palpo las sábanas, mi pelo, mi cara, el suelo. ¿Estoy soñando ahora también, o por fin me he despertado de verdad? Esto empieza a asustarme. ¿Acaso me he convertido en una desequilibrada mental -más aún, quiero decir*-?

La persona que estaba afuera se ha cansado de tocar al timbre y ha decidido empezar a golpear la puerta. Me levanto, sin tomarme siquiera la molestia de ponerme las zapatillas, y lo primero que hago es dirigirme hacia el baño. Lo escudriño todo, incluso el interior de la bañera, y no salgo al pasillo hasta haberme asegurado de que nadie hay ahí.

De camino hasta la entrada, no hago más que mirar de un lado a otro, con nerviosismo. Cuando me encuentro frente a la puerta, espero unos segundos antes de extender la mano y atreverme a abrir.

Finalmente lo hago, en un gesto rápido y preparándome por si tengo que echar a correr, y a quien encuentro en el porche es a uno de los hombres del pueblo, de edad ya avanzada, con su camisa blanca remangada hasta los codos, su pantalón azul y sus botas llenas de barro, que me observa confundido ante mi reacción por debajo del ala de su sombrerito amarillo de paja.

Tartamudeando y ciertamente avergonzada, le saludo y él me tiende una bolsa repleta de lechugas, un detalle que se le ha ocurrido traernos ahora que volvía de su huerto, y le doy las gracias sonriendo e intentando ser todo lo agradable que puedo. Cuando se ha marchado, cierro la puerta y dejo la bolsa en la encimera de la cocina, sintiéndome totalmente estúpida.

No obstante... Todavía sigo esperando un nuevo timbrazo que me saque otra vez de mis pensamientos.



(*) Siempre es necesario algún pequeño toque de humor, ¿no?

4 comentarios:

Khris dijo...

Uuuuuuh! ¡Escribes mucho mejor que yo! Jajaja. Muy bueno, me gusta tu forma de contar las cosas.

Bueno, si lo del toque de humor es una pregunta (si no, podría ser parte del realto, jeje, me ha recordado a "El asesinato del perro a medianoche"), bueno, pues a lo que iba, si es que es una pregunta, mi respuesta es que eso sobra a no ser que la mujer sea realmente una desequilibrada mental, o haya tenido problemas con un psicólogo y tal. Si no, yo quitaría eso =P

Ahora leeré la segunda parte si me da tiempo ^^

Asylum dijo...

sí, ciertamente es una desequilibrada mental... lo he contado en primera persona! xD! jajajajaja sabes qué pasa? que si le pongo alguna pequeña gracia a las pesadillas, las sobrellevo mejor...

jejeje qué puntazo... aunque afortunadamente no, aún no he ido nunca al psicólogo ni nada por el estilo... (por favor, ahorraos el comentario de "pues ya podías ir alguna vez...")

XD

Asylum dijo...

y, por cierto, no creo que escriba mucho mejor que tú -y en serio, no es un arrebato de modestia-

Khris dijo...

De todas formas, yo lo quitaría, y, además, nombraría a Khris "Comentador Magnífico Primero de La Caja de Música".