Lucía Rodríguez González

domingo, 13 de febrero de 2011

Desorden mental


Ayer encontraron una felicitación que te regalé en 1995. ¿O era del 94? Uno de esos dos años, de eso estoy segura. Por supuesto yo no me acordaba de tal cosa, pero cuando papá me la ha enseñado... No sé.

¿Sabes? No hago más que darle vueltas a "El Presente" (y al presente también). Te gustó mucho, lo sé. Y te aseguro que me hizo muchísima ilusión que me llamaras expresamente para decírmelo, para preguntarme cómo se me había ocurrido crear un personaje tan malintencionado como el padre de la pobre Sara, para contarme que lo habías leído ya varias veces y que seguirías haciéndolo porque no te cansaba nunca.

Yo sé que no era para tanto. Sé que de no haberlo escrito yo, seguramente te habría gustado mucho menos. Pero eso no me desanima. Lo cierto es que me alegra aún más. Supongo que es porque me importa más el cariño con el que pasaras los ojos sobre esas líneas que la calidad real de un relatillo que, la verdad, no vale mucho. Y solo lamento no haberte escrito muchos, muchísimos más. Y, sobre todo, siento muchísimo no haber escrito La Paparrasolla hace meses. Creo que pensar en que debía darme prisa con ese cuento me daba miedo.

Pero igualmente, quiero terminarlo. O empezarlo de nuevo. Porque todo lo que escriba en adelante, valga más o menos, sea mucho o poco (que, teniendo en cuenta lo perezosa que soy, será más bien poco), será también tuyo, y en cierta manera pensando en tus ojos recorriendo esas líneas, como te imaginé leyendo El Presente.

Todo esto no tiene mucho sentido, está escrito desordenadamente, sin tino. Tampoco me importa. Es... según lo voy pensando. Pero me apetecía decirte estas cosas.

No solo lo ha desatado esa felicitación. Era un pececito coloreado por una niña de tres o cuatro años, el papel estaba amarillento, los colores seguramente mucho menos vivos que cuando te lo llevara. Pero ahí lo tenías. Yo quería hablarte desde hacía mucho, pero hoy... ese pececillo me ha empujado definitivamente a soltar toda esta parrafada estúpida, aquí mismo, porque sí, porque al fin y al cabo, esto no lo lee nadie.

Y es así como acabo de ordenar las ideas. Siempre te ha encantado cualquier minucia que yo hubiera hecho, y lo has guardado y valorado como un tesorillo. No importaba que fuera un pez mal pintado, unos dibujillos hechos a lápiz en alguna sobremesa en que me aburriera, una canción o un relato sobre lo que es el tiempo. Y es que es eso, éso, por encima de todo, lo que me alienta a no dejarlo nunca del todo.

Quiero que sepas que yo también lo tengo todo bien guardado, justo aquí, en mi cabezota, y aquí, en el corazón. Los paseos a Riatas, las risas de que siempre fuera por delante "la andarina", el pez llamado Bella, la emoción de que llegaras a casa, desde los tiempos de Prado Sancho hasta los de Lanzahíta y los del piso nuevo de Ávila. Cuando jugábamos en los bancos de piedra de... ¿era San Andrés?... y la manada de cerdos volando de flor en flor... y el hombre que tiene más ojos que días tiene el año...

En definitiva, tú.

Creo que nunca había deseado tanto que Parménides tuviera razón.

Gracias. Acabaré esa Paparrasolla.

2 comentarios:

Asylum dijo...

Imagen: Barbadillo de Herreros, Sierra de la Demanda (Burgos)

Unknown dijo...

¬¬ como que nadie lee... pues será antes... xD que a partir de ahora espero leerte a menudo, xD

Y tu a seguir adelante con todo, incluida la escritura, que no hay nada mejor que hacer lo qu ete gusta (y lo que decíamos ayer... con la época de examenes nos entra más mono xD)