Lucía Rodríguez González

lunes, 22 de noviembre de 2010

Eterno villano



Caperucita camina feliz entre los apagados abetos. Su capa rubí luce aún más en medio del denso verdor, y sus trencitas doradas parecen enroscarse alegremente con el aire húmedo del bosque. Tarareando su dulce cancioncilla, hace caso omiso de las sensatas palabras de su mamá y para, sólo un momentito, a recoger unas hermosas florecillas.

Es el momento de que llegue el Lobo. Y ahí aparece, enorme y pardo, con sus ojazos fieros y sus fauces asomando siniestramente entre los recovecos de una maliciosa sonrisa… Un momento. ¿Dónde está su maliciosa sonrisa?

-¿Dónde vas, Caperucita?
-¡A casa de mi abuelita!

Claro. Lobo ya lo sabe, siempre va a al mismo lugar desde hace siglos. ¿Tiene que seguir preguntándoselo? Ahora se supone que él dice “¿Y qué le llevas?”. Y ella repetirá, con su vocecilla cantarina, ‘¡Tortitas y miel!’.
Entonces se da cuenta de que está cansado. Ya no quiere comerse a Caperucita, ni disfrazarse con las ropas de la abuelita, ni morir otra vez al final a manos del cazador. Es injusto… él no eligió ser el malo. Así que toma una decisión.

-Deberías darte prisa, se va a hacer de noche.

Y da media vuelta, dejando anonadada a Caperucita.


Creo que...


...No existe la predestinación. Nosotros forjamos nuestro futuro con cada una de nuestras elecciones: "No hay camino; se hace camino al andar".


...Aunque parezca imposible, el cuento entero puede cambiar si uno de los personajes, sea protagonista o secundario, decide hacer algo nuevo.


Son cosas que, en la práctica, a veces olvidamos.

1 comentario:

Asylum dijo...

(Imágenes encontradas en Dibujalia.net y conciencia-animal.cl, respectivamente)